Autor: Gerardo Jiménez González

Las declaraciones del presidente de la república sobre la cuenca lechera y el hidroarsenicismo reactivaron el debate en La Laguna sobre el agua. El señalamiento que hizo López Obrador de promover la lechería bovina en el trópico a la par de cuestionar el manejo del agua en esta región, al asociarlo con el arsénico, generó respuestas locales en defensa de la cuenca lechera, pero omitiendo las afectaciones en la salud de los laguneros.

Observamos diputados, alcaldes, representantes de los grandes productores lecheros y académicos, realizando una férrea defensa de la cuenca lechera, algunos hasta posando con explotaciones ganaderas como fondo de su declaraciones. Creo, y así lo acaba de declarar el gobernador de Coahuila después de entrevistarse con el presidente en su gira por el estado, que las declaraciones vertidas por este último no eran una amenaza para la lechería bovina regional, sino un señalamiento de la grave situación que se vive en La Laguna sobre la forma en que se maneja el agua.

De entrada tenemos que entender que no podemos seguir tapando el sol con un dedo, la realidad que subyace es que la gestión y uso del agua que hemos realizado en esta región, Gobierno y usuarios, no ha sido la adecuada, o como se dice hoy en día, no es sostenible. Es indiscutible que el deterioro en la calidad del agua del subsuelo obedece a la sobreexplotación que realizamos al bombear más agua que la que se recarga en nuestros acuíferos, algo que les cuesta reconocer a quienes participaron en el coro de defensa de la cuenca lechera.

Ya no podemos seguir ocultando lo que es evidente y, algo peor, seguir siendo omisos ante hechos científica y empíricamente comprobados: la contaminación del agua subterránea con arsénico, flúor y otros elementos y compuestos químicos, indican un daño ambiental al recurso hídrico, pero también igual o más grave, un daño a la salud de los laguneros que aún consumen agua de la llave. Ambos problemas han sido suficientemente documentados por especialistas locales y foráneos del área médica, geohidrológica y agronómica.

En las instituciones de diferente nivel de gobierno responsables de regular y suministrar el agua, llámese CONAGUA, CAED. CEAS, SIMAS, SIDEAPA y demás organismos operadores municipales, es aceptado tácitamente el problema de la contaminación que presenta el agua que se extrae del subsuelo, particularmente del Acuífero Principal, la más importante fuente de suministro de agua para la población y la economía lagunera, incluso los organismos operadores ya se enfrentan problemas de abasto en algunas colonias urbanas y comunidades rurales.

No así ocurre con el sector salud, el gran avestruz en esta controversia, se desconoce si realiza acciones de monitoreo confiable de la calidad del agua y de poblaciones afectadas por su contaminación, particularmente sobre arsénico, mérito que sí tiene la comunidad médica académica con sus investigaciones clínicas y de campo, la cual estima una cobertura de doscientos mil personas en riesgo. Por ello preocupa que legisladores y gobernantes del ejecutivo no consideren esta información, como si no les interesara la salud de los ciudadanos que gobiernan.

Pero aquí la cuestión no es ver los hechos solo desde la perspectiva o los intereses de algunos, como en este caso de los productores lecheros. La ganadería bovina lechera y en si el complejo forrajero-lechero-lácteo regional en el que participan grandes productores asociados a corporativos del ramo y pequeños productores, aunado a la red comercial, industrial y de servicios asociada a él, son uno de los pilares centrales de la economía regional, tanto por las inversiones, producción y empleos que generan, algo que no se puede ni se debe destruir como están suponiendo los integrantes del coro.

Los académicos y ciudadanos que damos seguimiento a este problema con nuestras preocupaciones e investigaciones, creemos que el problema no debe plantearse en términos de acabar con la cuenca lechera, sino que esta debe ajustarse a la disponibilidad hídrica, y para ello se deben realizar cambios importantes no solo en la gestión y uso del agua, sino también en el modelo de producción vigente. Es en ambas cosas donde existe la mayor resistencia que debemos enfrentar buscando soluciones inteligentes, no apostarle a la confrontación sino a la búsqueda de alternativas que posibiliten un manejo sostenible no solo del agua, sino de la economía regional.

La defensa a ultranza de un modelo de producción que no muestra viabilidad futura solo ideologiza la discusión pública, y la omisión, voluntaria e involuntaria, sobre el daño ambiental y social comprobado, exhibe la falta de una visión integral sobre nuestra región, sobre el desarrollo presente y futuro de su población y economía, denota esa falta de identidad que debemos construir los laguneros. No se trata de defender mis intereses particulares, sino los intereses de todos los laguneros.

Por ello, esas alternativas deben centrarse en solucionar de manera estructural esta problemática y no en opciones parciales sujetas a los tiempos de los gobernantes y legisladores locales, en opciones que solo le dan la vuelta al problema o lo abordan tangencialmente, difiriéndolo irresponsablemente a las siguientes generaciones. Nuestra generación debe asumir su responsabilidad de empezar a resolver un problema que requerirá tiempo para lograrlo, nuestra generación debe centrarse en cómo recuperar nuestros acuíferos, y de eso hablaremos la siguiente columna.