Por Beatriz Balderas Arjón
En la República de Platón la alegoría de la caverna es un diálogo que el filósofo Sócrates sostiene con Glaucón. El mito abarca una serie de concepciones que van desde la educación filosófica hasta el comportamiento de los individuos sobre el conocimiento.
En estos momentos de cuarentena, la alegoría se presenta como una buena forma de analizar la experiencia que estamos viviendo y tal vez, sólo tal vez, sea capaz de darnos alguna respuesta.
El mito
En este diálogo Platón presenta a Sócrates hablando de un grupo de prisioneros encadenados detrás de un muro en una caverna, los prisioneros se encuentran ahí desde una temprana edad.
Un fuego ilumina del otro lado del muro y los prisioneros pueden ver únicamente las sombras proyectadas por los objetos que se encuentran de ese lado del muro y que son manipulados por las personas que se encuentran detrás de ellos.
Según Sócrates, los prisioneros creen que eso que observan es el mundo real y no saben que las sombras son solo las apariencias de los objetos.
Después de plantear el escenario, se habla de un prisionero que va a salir, al principio cegado por la luz del fuego casi retrocede de nuevo a la oscuridad, pero, al acostumbrarse a la luz, observa lo que él conoció como la realidad (las sombras) y después ve directamente los objetos.
Después de observar su entorno y conocer el “mundo superior” vuelve a la caverna para ayudar a los otros prisioneros a salir al mundo real, pero con dificultades para ver ya que se había acostumbrado a la luz. Al pensar que el viaje le hizo daño, los prisioneros se niegan a ir con él.
Esos prisioneros harán lo posible para evitar salir y emprender el viaje.
Nuestra nueva caverna
Una vez conocido el mito, es momento de hablar de nosotros: ¿cuál es nuestra caverna?
¿Será nuestra casa que ahora es donde debemos mantenernos encerrados?
¿El COVID-19 que nos mantiene aislados del exterior por nuestra propia seguridad?
¿Toda la situación actual, económica, política y social?
¿O puede ser incluso nuestra propia mente?
No importa cuál consideremos que es nuestra caverna o las cadenas que nos mantienen viendo hacia las sombras, incluso puede ser una suma de todo, pero tarde o temprano nos podremos librar de ellas para ascender al “mundo superior” (lo que conocemos y ansiamos simplemente como “afuera”).
Las sombras de la caverna
El verdadero problema al que nos estamos enfrentando actualmente es a las sombras que sólo son siluetas de la realidad. ¿Cuáles son nuestras sombras?
Esas son más fáciles de identificar pues es toda esa información que nos llega filtrada por todo el camino de la caverna, que en este caso es sólo aquella información que se adapta a nuestro modo de pensar, nuestra situación o realidad actual o con la que experimentamos sensaciones de bienestar y seguridad.
Cada prisionero de la caverna (nosotros) sólo ve lo que quiere ver en las sombras y eso nos afecta en un principio sólo a nosotros, pero aun así no deja de ser peligroso y más cuando esto lleva a actitudes que son perjudiciales hacia los demás.
Nosotros elegimos creer o no creer en el coronavirus que nos lleva a salir sin cubrebocas y a propagar el virus; defender o atacar una postura política y social que nos lleve al odio colectivo y cada prisionero que nos quiera mostrar lo contrario, porque ha alcanzado la luz o porque quiere que veamos la misma figura proyectada en las sombras, se enfrenta a lo peligroso que podemos ser al defender una idea.
No digo que ver sólo las sombras que queremos ver sea malo, ya que es a lo que nos acostumbramos toda la vida, el problema es no querer ver la luz.
Ascender a la luz
Ver la luz o salir al “mundo superior”, real, es muy parecido a lo que hizo el prisionero cuando salió: ver todo lo que le rodeaba y hacerse una idea de la realidad sumando lo que ya sabía y lo que está aprendiendo.
Eso nos lleva a nosotros a adquirir nuevo conocimiento, a salir de lo cotidiano en nuestra forma de pensar, tomar información de otro lado, conocer otras posturas y después formarnos una nueva opinión.
Es válido si después de ese proceso seguimos pensando lo mismo, pero habremos ganado el conocimiento y la conciencia para aceptar las diferentes ideas de los demás y también habremos aprendido lo peligrosa que es la desinformación.
Cuidado con las sombras. Hemos evolucionado no sólo en tecnología, sino también en conciencia. Somos capaces de ver la luz sin distraernos en la oscuridad. Si lo hacemos es por gusto, pero no permitamos que eso nos haga prisioneros, a nosotros mismos y a los demás. Sólo así, juntos, veremos la luz al final de esto sanos y unidos.